lunes, 24 de octubre de 2011

EL LIBRO Y SUS ANTEPASADOS: SOPORTES ANTIGUOS

El libro, antes de presentar su forma actual, tuvo diversos aspectos según el material empleado para su confección. El primer material utilizado fue la corteza de los árboles. El vocablo "libro", deriva de la voz latina liber, es decir, corteza secundaria de los árboles. En la India y en Indochina los libros se escribían en hojas de palma secas y empapadas de aceite, en Asia central en la corteza del abedul, en China en seda y en Roma en telas de lino; también se escribió sobre metal; plata, oro, plomo, en laminas delgadas que se enrollaban como papel. Se sabe que en China hubo una rica producción literaria de alto nivel, acompañada de un gran desarrollo en el arte del libro, que se remonta a tres mil años a. de C. El primer soporte de la escritura fue la madera, sobre la cual se escribía partiendo del ángulo inferior derecho y se continuaba de forma vertical.

Después de la destrucción de las tablillas, ordenada por el emperador Qin Shi Huangdi en el año 231 a. de C., se utilizo un nuevo soporte: la seda, sobre la cual se trazaban los signos mediante una caña de bambú, con una tinta compuesta de negro de humo y de goma.

En esa misma época florecían otros dos centros de civilización en África Septentrional y en Asia Menor, especialmente en Mesopotamia. Los sumerios y los babilonios fueron quienes adoptaron el sistema de escritura cuneiforme. En la ciudad de Nippur, se descubrieron rastros de una gran biblioteca que contenía más de quinientas mil piezas y un archivo de documentos. Al este de Ankara, en la capital de los Hititas, se encontraron quince mil tablas de grandes dimensiones con escritura cuneiforme y otras más en Ras-Shamra, en Siria Septentrional.


viernes, 14 de octubre de 2011

HISTORIA DEL ORIGAMI

El doblado japonés y occidental se desarrolló aisladamente hasta la 2ª mitad del siglo XIX.

La historia de la papiroflexia debería comenzar con los orígenes del papel en China y con su propagación de China a Japón y a occidente. Obviamente no puede haber doblado de papel sin papel, pero sí pudo haber primero doblado de tela, quedando por ello en el aire si su origen es China, Japón u occidente.

Breve historia del papel:

Se cree que el papel fue inventado en China, hacia el año 200 a. C. Existen ejemplos de papel descubiertos junto a tablillas de madera que contienen esa fecha.

La invención del papel se atribuye a Ts'ai Lun, en el 105 a. C. En esa época era el jefe de los eunucos del Emperador, y estaba al frente de los suministros de la Casa Real.

El papel entro por la ruta del Oeste, cruzó el Turquestán, Persia, y Siria, para finales del siglo V, el papel era usado en toda Asia Central. Gracias a una invasión en territorio chino, la fabricación del papel se extendió hacia el oeste vía Samarkanda. Los fabricantes de papel chinos se vieron forzados a revelar el secreto del arte de fabricar papel a cambio de la libertad o de sus vidas. La producción se establece en Samarkanda en el año 751, usando el abundante lino local y cáñamo para producir un papel de suave y fibrosa apariencia.

En el 795, una segunda fábrica comenzó a funcionar en Bagdad, usando fabricantes de papel chinos. Desde allí se extendería un arte perfecto hacia el norte de áfrica. Los árabes fueron los que introdujeron varias innovaciones, incluyendo medidas estándar y colores, un método para envejecer el papel, más la introducción de alambres en los moldes.

1141 papel Xátiva (España)

1260 papel Francia

1388 papel Italia

1400 papel Alemania

1490 papel Inglaterra

El papel llegó al norte de Europa justo a tiempo para la invención de la imprenta con tipos móviles de Gutemberg.

No pasaron más de mil años, cuando España es conquistada por los árabes, y la producción de papel llega a Europa.

Investigaciones arqueológicas descubrieron el papel chino más antiguo en una tumba datada entre 140 y 87 a.C. Es un papel de mala calidad, más parecido a fieltro, por lo que se cree que se podría usar para vestir ya que difícilmente podría servir para escribir.

La palabra “papel” aparece ya en un diccionario publicado en el 69 d.C.

El papel fue introducido en Japón en el 610 por los budistas, que necesitaban papel lo más blanco posible para sus escritos. Desde entonces en Japón se llevaron a cabo experimentos para mejorar la calidad del papel y actualmente es considerado uno de los mejores del mundo.

Origami:

El origen de la palabra procede de los vocablos japoneses "oru" (plegar) y "kami" que designa al papel (Origami = 折り紙).

La palabra Origami se acuñó en Japón hacia el siglo XII. Se usaba para una hoja de papel rectangular y horizontal llamada “tategami” que se doblaba por la mitad (si se cortaba se llamaba “kirigami”).

Las mariposas Mecho y Ocho son un punto de inicio para el posterior origami Híbrido.

Estas mariposas han evolucionado de unos modelos que se usaban para cubrir las botellas se sake.

Hay que mencionar también los “tato” japoneses que son como pequeños monederos para agujas de hilo.

La mayoría de las pruebas que existen de doblado de papel en el siglo XVII son modelos como la grulla clásica, cajas, barcos y gorros, típicos modelos infantiles.

Desde 1797 tenemos dos documentos: el Senbazuru Orikata y el Chushingura Origkata, que marcan el límite para niños y adultos.

El Senbazuru Orikata es el primer libro de modelos origami aunque si existe un libro anterior de doblado de papel, pero no híbrido, como estos, sino de doblado ceremonial. Es el “Tsutsumi musibi no ki” de Sadatake Ise, publicado en 1764.

En el siglo XX ya hay muchas publicaciones japonesas sobre nuevos modelos y técnicas tradicionales de diferentes creativos.



En Occidente la historia del doblado del papel está menos avanzada y es más esporádica aunque parece que no menos antigua. España puede ser el punto de partida de la papiroflexia ya que el papel se introdujo por aquí de manos de los árabes, aunque no existe constancia de que también introdujeran las técnicas de doblado.

En el siglo XVI y XVII en Europa se forjó la tradición de doblar servilletas con forma de animales, barcos, etc… para decorar la mesa de la nobleza y realeza.

"The Merrymakers" Carolus Duran. París, 1870. Con pajarita o "cocotte" francesa


Hacía 1870 varios magos japoneses viajaron a Europa y Norteamérica e introdujeron nuevas bases de creaciones innovadoras.

En lo que respecta a los países hispanohablantes, tanto en España como Ámerica del Sur, quien introdujo realmente y propulsó el origami, fue el escritor español Miguel de Unamuno alrededor de la década de 1930. Ya que hasta entonces, el origami apenas había tenido influencia en la península, pues pese a haber sido introducido por los árabes, en la Europa Medieval lo que se utilizaba era el papiro, un material bastante 'tosco' si lo comparamos con el ligero papel de arroz oriental. Por eso, cobra notoria importancia Miguel de Unamuno pues es el primero que realmente se tomó en serio hacer "pajaritas de papel".

Otro de los aspectos por los que se destacó fue por escribir, además de multitud de obras literarias de gran relevancia, una especie de tratado acerca de la 'cocotología'; término creado por el propio Unamuno para designar al origami, que deriva de 'cocotte' que significa algo así como 'gallina' o 'pajarita' en francés. Además, Miguel de Unamuno publicó varios libros de plegado, entre ellos el ensayo "Amor y Pedagogía", donde habla del origami en el apéndice.

Así pues, Miguel de Unamuno tuvo también una enorme influencia en América del Sur. Es más, podríamos decir que es el padre de la papiroflexia hispanoamericana pues, al igual que en España, la papiroflexia tenía hasta entonces muy poca relevancia. Sin embargo, la papiroflexia como tal, tuvo mayor aceptacion en América del Sur donde hoy día tiene muchos seguidores y han surgido grandes papirofléxicos como por ejemplo los argentinos Vicente Solórzano Sagredo y Ligia Montoya quienes practicaron la papiroflexia, dándole gran importancia a este arte de plegados y figuras inimaginables, entre otros.

jueves, 6 de octubre de 2011

ESPECIAL OCTUBRE: ANTONIO GAUDÍ

Antonio Gaudí es una de las figuras que más atractivo ha ejercido sobre los escritores de pluma imaginativa durante los últimos años. Desde que se publicaron sus primeras biografías, escritas por personas que mantuvieron una relación de trabajo o de amistad con él, entre 1829 y 1953, el número de obras aparecidas resulta apabullante. Cada una de ellas intenta dar una nueva visión de su personalidad u ofrecer algún aspecto novedoso de su obra. Pocas lo han conseguido porque, hasta el momento ha sido muy difícil aportar nuevos datos significativos que puedan variar las antiguas versiones. En ocasiones, estas obras han servido en realidad para hacer más confusa la imagen de por sí compleja de Gaudí, porque se han basado en suposiciones o en criterios imaginativos. Pese a estos repetidos intentos, la figura de Gaudí no acaba de definirse. Se conocen los datos biográficos esenciales que permiten dar continuidad al transcurso de su vida. Se conservan la mayoría de sus obras realizadas, e, incluso, se sabe cuáles fueron sus métodos de trabajo e investigación. Sin embargo, del Gaudí personal e íntimo bien poco se conoce.
Muy pocas veces se mostró proclive a manifestar sus sentimientos o preocupaciones; quizá porque no lo juzgó interesante o porque, simplemente, su sentido de la privacidad se lo impedía.
Hay un aspecto que se percibe en todas sus biografías, hasta en las más fantasiosas: su rechazo a lo superfluo, a la pérdida del tiempo, no entendido a la manera actual como una actividad frenética, que, más que hacer algo, se hace para no hacer nada; sino como la tarea continuada en que se combinan la acción y la reflexión, que son los motores de la creatividad.
No fue un hombre dado a la conversación, por la pura conversación, ni a publicar sus experiencias o razonamientos. Gran parte de lo que conservamos de su pensamiento y acontecimientos que le acaecieron, lo debemos a sus amigos -que no fueron demasiados- y a sus colaboradores. Ellos, pacientemente, recogieron frases, anécdotas y todo aquello que encontraron significativo de su admirado maestro para darlo a conocer, después de fallecido, a las generaciones venideras.
Antonio Gaudí i Cornet nació el 25 de junio de 1852 en la comarca del Baix Camp (Tierra Baja), de Tarragona. Todavía no hay acuerdo si en Riudoms o en Reus, aunque hay una tendencia a decantarse por esta última localidad. Procedía de una larga saga de buhoneros y caldereros afincados en Tarragona desde el siglo XVII. La niñez de Gaudí transcurrió entre Reus, donde sus padres tenían la empresa, y el campo, en una humilde propiedad de su madre conocida como el Mas de la Calderera, puesto que la línea familiar materna también practicaba ese oficio artesanal. Las noticias de esa época son escasas: fue un niño enfermizo, aquejado de afecciones reumáticas, que le obligaron a pasar frecuentes períodos de tiempo en el campo, sin poder asistir a la escuela. Es muy posible que este alejamiento de la población y el contacto con un ambiente natural, acompañado tan sólo por su madre y alguno de sus cuatro hermanos, estimulara dos de las capacidades que tanto iban a repercutir en su vida adulta: la observación y el análisis de la naturaleza.
En cualquier caso, no se puede calificar al pequeño Antoni de ser un niño atrasado en la escuela. Es más, algunas anécdotas recogidas de aquellos momentos, afirman, que a pesar de no poseer una inteligencia espectacular, Gaudí sorprendía a sus maestros por su facilidad en analizar y racionalizar las cuestiones.Un hecho remarcable de su adolescencia es la relación que estableció con dos condiscípulos de las Escuelas Pías de Reus, Eduard Toda y Josep Ribera. Los tres eran jóvenes entusiastas de la naturaleza e interesados por la historia y frecuentemente dedicaban parte de su tiempo del ocio a las excursiones. En una de sus salidas, Ribera les llevó hasta un lugar abandonado que había descubierto tiempo atrás cuando su familia residía en la Espluga de Francolí: el monasterio en ruinas de Santa María de Poblet. En aquellos días, el movimiento nacionalista catalán se manifestaba a través de la literatura, del excursionismo, y en la recuperación del patrimonio arquitectónico; y aquellos jóvenes tomaron la firme resolución de restaurar el antiguo cenobio. De aquel proyecto juvenil sólo resta un dibujo de la planta dibujada por Gaudí, que debía tener 15 años, y una memoria redactada por sus compañeros. Para el monasterio representó la recuperación de su recuerdo y, mucho tiempo después, cuando Toda llegó a la jubilación, el inicio de su restauración. Para Gaudí, la declaración de la vocación arquitectónica.
Gaudí se trasladó pronto a la Ciudad Condal, para estudiar el último curso de bachillerato y cursar el curso preparatorio en la Escuela de Arquitectura. El plan de estudios estaba repartido entre este curso preparatorio y los estudios específicos de la titulación. En la Escuela se recuerda a Gaudí como un joven de carácter muy acusado y alegre, con resultados académicos muy desiguales pero dotado de una gran capacidad creativa y de una extraordinaria habilidad para el cálculo. La obtención del título se retrasó hasta 1878, no por la actitud rebelde y de rechazo a la formación obsoleta de la Institución, que algunos biógrafos pretenden endosarle, sino a causa de su precaria situación económica.El plan de estudios -dirigido por el admirador de
Viollet-le-Duc, Elies Rogent- contemplaba como materias preferentes: Tecnología, Materiales, Artes aplicadas a la construcción, junto a Conocimiento de los estilos del pasado y Dibujo, específicamente arquitectónico y artístico; materias en modo alguno desfasadas y que ciertamente debieron interesar a Gaudí.
La prueba de la estima de la valía del futuro arquitecto fue que, desde el primer curso, estuvo trabajando en talleres de profesores y de maestros de obras de renombre, como: Francisco de Paula del Villar y Josep Fontseré, o para las firmas Padrés i Borrás y Serrallach.
En el taller de Fontseré, Gaudí obtuvo el primer reconocimiento a su trabajo: por iniciativa propia corrigió una tarea encomendada a un compañero -el depósito del agua de la Fuente de la Cascada de la Ciutadella-. El maestro de obras, desconfiando de la bondad del cálculo, consultó a Joan Torras -profesor de Resistencia de Materiales-. Éste, sorprendido por la acertada solución propuesta, retuvo el nombre del joven estudiante. Meses más tarde, recordando el hecho, Torras dio por aprobada su asignatura a Gaudí, a pesar del mal resultado obtenido en el examen.
Cuando el 4 de enero de 1878, Elies Rogent firmó el título de Gaudí, adivinando la singularidad de Gaudí dijo: " He aprobado a un loco o a un genio."
El año 1878 señala el inicio de una intensa actividad profesional: es el vencedor del concurso convocado por el Ayuntamiento de Barcelona para el diseño y la ejecución de unas farolas (situadas en la Plaça Reial y en el Pla de Palau); encargo de la
Casa Vicens, su primera obra importante, y realiza el Anteproyecto del complejo industrial con viviendas para la Obrera Mataronense.
Es un período de investigación y de trabajo en que Gaudí acepta encomiendas por pequeñas que sean. Una de ellas le hizo entrar de lleno en el ámbito más selecto de la sociedad barcelonesa: la firma Casa Comella, especializada en la confección de guantes, le encargó el diseño de un pequeño mueble expositor para el Pabellón Español de la Exposición Internacional de Paris de aquel mismo año.
Uno de los visitantes -el Sr. Eusebi Güell i Bacigalupi (1846-1918)- quedó tan impresionado por la singularidad de la pieza de madera, cristal y hierro, que pidió contactar con su creador. Este fue el principio de una relación profesional y de amistad entre ambos que duraría 40 años. Desde aquel momento, Güell fue su mejor cliente, aunque no el único. Para él diseñó y construyó magníficas obras, cuidadas hasta el más mínimo detalle, que contribuyeron a expandir su fama de arquitecto diferente y controvertido. Sin embargo, la década de 1880 es un período de evolución y de transformación tanto en el campo arquitectónico como en personal. Su estilo se hace cada vez más propio y audaz, y es, con todo, un arquitecto de éxito. Trabaja todas las modalidades arquitectónicas civiles: fincas residenciales (
Finca Güell, en Pedralbes y Palacio Güell, en el Carrer Nou de la Rambla); pabellones decorativos (El Capricho de Comillas y El Pabellón de la Compañía Transatlántica de la Exposición de Cádiz), y religiosas (el Palacio Episcopal de Astorga y el colegio de las Teresianas y el Templo de la Sagrada Familia de Barcelona).

Palacio Güell
Trata con magnates y con influyentes autoridades eclesiásticas. A todos impacta y de todos aprende. Los contactos frecuentes con personalidades tales como Joan Grau, obispo de Astorga, y Enric d'Osso, fundador del Colegio de las Teresianas, en primer lugar, y los obispos Torras i Bages -la figura más influyente en la ideología religiosa de finales del siglo XIX- y Campins, obispo de Palma de Mallorca, después, con quienes mantuvo numerosas y prolongadas entrevistas, dada su doble condición de clientes y amigos, debieron ejercer una poderosa influencia en su concepto religioso. Su marcada honestidad y su progresivo aislamiento de la vida mundana le llevan a rechazar la oferta de Prat de la Riba de presentarse a las elecciones municipales de 1905 por considerarlo un personaje dotado de un gran carisma.La ejecución de las obras religiosas encargadas y el avance del diseño de la fachada de la Pasión del templo de la Sagrada Familia durante una convalecencia en Puigcerdà modifican su estilo de vida. Ésta se torna cada vez más mística derivando en puro ascetismo, hasta su muerte en 1926.

Por esto, quienes le consideran modernista se equivocan. En el caso de que fuera cierta la imagen de un Gaudí superficial y ansioso de gloria, que algunos tratadistas insisten en difundir, sería una circunstancia pasajera de juventud que poco peso puede tener en la valoración del conjunto de su vida. Fue moderno, porque fue un hijo de su época, no porque aspirase a impregnarse de la modernidad, a la manera que la entendieron la mayoría de los intelectuales modernistas: zarandeando la sociedad española con publicaciones, exposiciones, espectáculos..., para despertarla de su abúlico aislamiento de Europa; más bien, todo lo contrario. La figura de Gaudí se proyectó en Cataluña, pero sin ruidos ni escándalos, por la fuerza de su singularidad y la profunda trascendencia conceptual de obra. Gaudí comprendió a su tiempo, pero, ¿sus contemporáneos le comprendieron?.
Algunos no le entendieron; pero otros, que supuestamente formaban parte de la elite intelectual catalana, se dedicaron sistemáticamente a desacreditarlo con sus chanzas y juegos de palabras retóricos (Feliu Elies, alias Joan Sacs, y Eugeni d'Ors) sin querer ver más allá de la simple forma delimitadora. Incluso, hubo quien contribuyó a la campaña de descrédito desde el extranjero por un puñado de dinero, como confesó años más tarde Clemenceau, por ejemplo.
Gaudí fue un hombre excéntrico, desconcertante en ocasiones, por sus arranques de genio y la sequedad en el trato, especialmente con aquellos que no llegaban a traspasar el límite de la superficialidad. Intransigente en materia profesional pero compresivo en el plano humano. Honesto y generoso, dos cualidades fácilmente conciliables, en una personalidad que concibió su Obra, la más Grande, la nueva Jerusalén Celestial, como una oración poética de desagravio.
Josep Carner i Puig Oriol (1884-1970), un celebrado poeta catalán, escribió: "Si gaudiu del Modernisme/ no us quedeu a mig camí:/ arribeu al paroxisme/ de gaudir-ne amb en Gaudí". ("Si gozáis con el Modernismo/ no os quedéis a medio camino:/ alcanzad el paroxismo/ de gozarlo con Gaudí").